sábado, 30 de junio de 2012

José Filippi "Un boxeador, un mozo, un personaje"


El periódico digital "Diariamente", de Neuquén, publicó una nota de Mario Cippitelli a quien fuera campeón cordobés superpluma en 1980, Juan Domingo Filippi, que reproducimos a continuación.

Dice que el boxeo comenzó a gustarle cuando apenas era un pibe de 6 o 7 años. Un reconocido boxeador había llegado hasta Los Surgentes, un pueblito de la provincia de Córdoba y, luego de hacer unas demostraciones para la gente, dejó sembrada la semilla de la fascinación y de los sueños en muchos pibes, pero en especial en José.
José es José Domingo Filippi, conocido en el ambiente político de Neuquén por ser el mozo del Concejo Deliberante desde la época en que las sesiones se celebraban alrededor de una mesa y los concejales eran un puñado de vecinos de una ciudad que hace rato había comenzado a crecer y se encaminaba a ser la más importante de la Patagonia.
La decisión de hacer una entrevista con José venía madurando hace meses a raíz de numerosas charlas que había tenido con él. Eran las charlas cotidianas muy propias de dos compañeros de trabajo que se venía repitiendo desde que yo comencé a trabajar en el área de prensa del Concejo Deliberante. Charlas sobre todo: política, la vida y, por supuesto, el boxeo.
- ¿Vamos a hablar de boxeo?, me pregunta.
José está entusiasmado y ansioso. Y por un momento hace un alto en el trabajo. Ahora no es el mozo “Josecito”, como lo llaman cariñosamente algunos o Don José, como lo hacen otros con más respeto. Es un entrevistado, pero con su pantalón negro impecable, la camisa blanca y el moñito de mozo.
El paso del tiempo se llevó buena parte del pelo y lo poco que le dejó quedó gris y blanco de canas. Tiene ojos chiquitos y redondos. Son facciones bastante delicadas para un tipo que fue boxeador. La pequeña nariz forjada a golpes, es lo único que podría delatar que alguna vez fue un hombre que subió decenas de veces a un ring.
Y se sienta frente mío frotándose las manos.Le miento a medias. Le digo que sí, que vamos a hablar de boxeo, pero que también quiero escribir sobre él, sin explicarle demasiado que mi interés incluye al mozo, al hombre y al personaje. Pero eso lo irá descubriendo a medida que transcurra la entrevista. Primero es necesario hablar de su gran pasión: el boxeo.
José comenzó a practicar de pibe, pero fue en sus primeros años de adolescencia cuando comenzó a protagonizar los primeros combates.
- Un día llegó a Los Surgentes Oscar “Cachín” Díaz, un muchacho que se había convertido en campeón argentino y había venido a visitar a su mamá. Y todo el pueblo se acercaba a verlo y a saludarlo porque era la gran noticia. Así que los días que estuvo anduvo con todos los pibes enseñándonos algo de boxeo. Así empecé.
Una vez que aprendió la técnica y a destacarse sobre el resto de los adolescentes que vivían en la zona José tuvo la chance de hacer su primera pelea importante en un pueblo cercano.
- Me salió un peleón…yo era muy rápido y me había agrandado porque fue mucha gente a ver… En el pueblo decían ‘pelea el Tito… pelea el Tito’. Y todos viajaron para ver la pelea.
Tito era el apodo que tenía en el barrio, pero no era adecuado para un boxeador, por lo que alguien decidió bautizarlo como “El indomable”, un nombre más aguerrido, más de guapo, acorde con el deporte de las piñas.
- A partir de esa pelea que gané me empezaron a venir a buscar de otros pueblos para pelear… así llegué a hacer como 40 peleas amateur. Y casi todas las ganaba.
La incipiente carrera de boxeador hizo que un día El Indomable le dijera a sus padres que quería dedicarse a eso. A la madre no le gustó para nada que su único hijo se ganara la vida con eso. Hubiera preferido que siguiera ayudando en las tareas del campo para llevar el pan a la mesa. Pero fue el padre el que finalmente le dio el visto bueno. “Que se vaya y se haga hombre”, dice que le dijo.
Durante cuatro o cinco años José anduvo de pueblo en pueblo peleando y ganándose la vida con el boxeo. Ganaba lo mínimo e indispensable para pagar una pensión y poder comer.
- Era muy difícil antes… a uno le regalaban un buzo y le tiraban unos pesos y con eso tenía que vivir.
Un día le salió una pelea en Mendoza con un pupilo de Paco Bermúdez, el maestro de los boxeadores. O el maestro de los maestros. Y para allá rumbeó José.
Dice que la pelea fue impresionante y que la perdió por puntos, pero que Don Paco quedó tan impresionado por su estilo que le pidió que se quedara.
- Yo tenía un estilo parecido al de Nicolino Locche. No es que me quiera comparar con Loche, pero era parecido.
Y José se quedó en tierras mendocinas. Dice que fue la etapa más importante de su carrera por todo lo que aprendió. No solamente de boxeo, sino de la vida. Don Paco le enseñó la técnica, pero también le enseñó educación y comportamientos. Y mucha disciplina, algo que él desconocía y que la practicó por un tiempo, aunque no mucho.
José vivió buena parte de su vida viajando y peleando ya como un boxeador profesional y tuvo protagonizó dos grandes combates. Fueron los más importantes. Una fue en Rosario con Juan Domingo Malvárez, el campeón Sudamericano que pegaba como una mula y se dedicaba a voltear a quien se le pusiera enfrente. La otra fue en Lima, Perú contra Orlando Romero, otro campeón de temer.
- A Malvarez no había quien le ganara en Sudamerica. Y esa pelea fue hermosa. Yo estoy seguro que le gané, pero el peso de los jurados y el peso de la gente que estaba con él…. No me iban a dar la pelea nunca. Había cuestiones comerciales.
José todavía se lamenta de haber perdido por puntos. Dice que fue muy injusto. Para comprobar sus dichos me hace escuchar la transmisión que hizo la radio aquella noche. La tiene en un cassette que lo guarda como un tesoro. Y tiene razón. El relato es apasionante y el comentarista asegura que José peleó como un toro bravo ese día.
En Lima le pasó algo parecido. Pero él sabía que lo llevaban como para probarlo a Romero. También perdió por puntos, pero ganó una buena plata que afortunadamente supo invertir porque cuando dejó la tutela de Don Paco las cosas no le fueron bien. Tal vez porque se creía que ya había aprendido todo. O tal vez por esa soberbia que tienen los jóvenes… Todavía lo lamenta.
- Fue como abandonar los estudios. Yo estaba en el secundario del boxeo y no me di cuenta que podía entrar a la universidad del boxeo.
José logró el título de campeón de la provincia de Córdoba y ganó varias peleas dentro del país. Tuvo la suerte de conocer a Ringo Bonavena, a Víctor Galindez y a Carlos Monzón, a quienes vio entrenar y hasta pudo compartir experiencias y las enseñanzas de los grandes.
Con la plata que acumuló de las peleas importantes, se compró una quinta en su pueblo natal. Ya sabía que el retiro era inminente porque el físico ya no respondía como cuando era un adolescente.
- Ya me dolían mucho las manos.
Me lo dice y me muestra las manos, que están como hinchadas y agarrotadas de tanto pegar. Son las huellas que le dejó el boxeo.
José hizo algunas peleas más hasta que finalmente se dedicó a trabajar la tierra complementando sus ingresos con el empleo de mozo, un oficio que seguiría presente por el resto de los años.
- ¿Y cómo fue que viniste a Neuquén?
- Yo ya conocía Neuquén porque había venido a pelear un par de veces. Cuando murió mi padre me agarró una depresión muy fuerte y decidí vender todo lo que tenía porque no quería estar más en Córdoba. Y me acordé de Neuquén y me vine.
A Neuquén llegó cuando recién renacía la Democracia, a principios de la década del 80. Llegó con su mujer y con los dos más grandes de sus cuatro hijos y comenzó a buscar trabajo.
Cierto día fue al Concejo Deliberante, cuando funcionaba en la calle Buenos Aires, porque tenía un conocido. Ese día los concejales estaban de reunión y alguien le dijo si no quería cebarles unos mates. Y esas visitas se hicieron cada vez más cotidianas hasta que comenzó a tener cada vez más confianza con toda la gente que trabajaba allí.
- Las sesiones se hacían alrededor de una mesa porque eran muy pocos. Y había una cocinita a la par que utilizaba para calentar la pava y cebar unos mates. Así que un día alguien me dijo: ¿por qué no te quedás a trabajar acá, de mozo? Y me quedé a cebar mate y a servir café.
Poco tiempo después, el Concejo Deliberante se mudó a la calle Bahía Blanca, al frente de la cooperativa CALF. El edificio ya tenía una sala de sesiones y otras comodidades.
- Compraron una cocina, bandejas, cafetera… y hasta un moño me pusieron. Era el mozo oficial.
Durante los 26 años que lleva trabajando en el Concejo Deliberante, José conoció a decenas de políticos. Trató con concejales e intendentes y funcionarios y fue testigo circunstancial de discusiones acaloradas, negociaciones políticas, peleas.
Pero para ser un buen mozo es necesario ser discreto. Y esa discreción es la que caracteriza a José.
- Una de las primeras cosas que alguien me dijo fue lo siguiente: “Vos lo que tenés que hacer es trabajar y no escuchar. Y si lo escuchás te lo olvidás”. Y encima en esa época habían matado a un mozo de la gobernación así que….
El caso del mozo que asesinaron había sido una causa resonante en Neuquén porque tenía supuestas connotaciones políticas. Y José, recién llegado a tierras sureñas, había quedado impactado.
- Y bueno… yo siempre fui muy prudente y discreto. Y muy respetuoso.
José está inquieto porque lleva varios minutos en la oficina hablando de su vida y no quiere descuidar el trabajo, más allá de que la entrevista se realizó un viernes de esos apagados sin mayor actividad que algunas cuestiones administrativas. Por eso trato de cerrar el cuestionario para liberarlo y no ponerlo nervioso. Y le pregunto si se arrepiente de algo.
- Sí… sí….sí. He aprendido a arrepentirme porque es una manera de aprender y de reconocer errores. Yo era bastante vago en el tema del boxeo. Probablemente haya sido por la juventud. Pero bueno…
José me mira y se sonríe. Está contento con la entrevista. Se entusiasmó tanto narrando su propia historia, como me entusiasmé yo al escucharla.
Le agradezco por el tiempo y lo despido como si fuera un entrevistado que se va y no lo voy a volver a ver en un tiempo. Pero lo voy a ver muchas veces más, no como entrevistado, sino como mozo, como compañero de trabajo.
Y es más que probable que cuando lo haga le pida un cafecito para pasar la mañana. Y es casi un hecho que mientras prepara el café nos pongamos a hablar de boxeo. O de otros temas. O de la vida.