lunes, 4 de enero de 2016

SANTOS LACIAR: "Entre Lectoure y lo que Existe Actualmente Hay un Abismo"


El diario "LA REFORMA", de La Pampa, publicó la nota de Raúl Bertone a Santos "Falucho" Laciar que reproducimos a continuación.

“La gente siempre me brinda muestras de cariño en todos lados, uno a veces no sabe de qué manera retribuirles tanto efecto pero me brindo de la misma manera con todos, no tengo otra forma. Mi vida actualmente transcurre con el manejo de dos gimnasios, con mis boxeadores concurro a distintos festivales, y también trabajo con la señal de cable T y C y comento boxeo en radio. Además estoy vinculado con una firma de seguros en Carlos Paz. Gracias a Dios no me quedo quieto”, comentó Laciar en el inicio de la charla que mantuvo con este diario.
- Querías ser futbolista y jugar en primera, ¿cómo se produce tu vinculación con el boxeo?
- Me arrimé al gimnasio con la idea de hacer pesas y fortalecer mis piernas. Tenía solo 13 años. Estuve en Talleres de Huinca Renancó, pasé también por Nelson Page… Normalmente jugaba de delantero derecho, me gustaba meterme por adentro también, era bastante rápido pero me faltaba potencia, me costaba a la hora de pegarle a la pelota. El técnico me dijo un día que se podía corregir y bueno, me mandó a un gimnasio, en el club Santa Paula, donde obviamente se enseñaba boxeo. Estaban Roberto Puchetta, Horacio Bustos, Nucho Ballari…Un día Puchetta me pregunta si no quería prenderme con los guantes, lo hice y si bien todo empezó como un juego, después llegaron las exhibiciones, se sumaron triunfos y de esa forma me metí en el boxeo.
- Te encontrás en el ‘81 con la prematura chance de disputar una corona mundial, en un lugar muy convulsionado políticamente, ¿de qué manera viviste esos días previos a la consagración ante Mathebula?
- Fue todo muy complicado. Estaba 14º en el ranking, luego me ubican 10º y de esa forma aparece la posibilidad después de que le gano al panameño Reyes Sosa. Tito Lectoure nos habla de que estaba la chance, el retador obligatorio de Mathebula era el japonés Nakajima, pero este se había negado a combatir en Sudáfrica.
Cuando empecé a leer los diarios entendí lo que estaba sucediendo en ese país, que vivía un momento muy difícil, pero bueno, en lo único que pensaba era en que había que ir a pelear y hacer todo lo posible para ganar. Cuando llegamos dos semanas antes a Johannesburgo, y después nos instalamos en Soweto, respiramos ese clima que se vivía, con Mandela preso. Mathebula era de alguna forma la bandera, el estandarte deportivo de la gente de color que luchaba contra el Apartheid.

- No eras el favorito ante un púgil mucho más técnico, sumado al rigor de ser visitante, y sin embargo esa tarde pegaste como nunca…
- Entiendo que esa pelea la gané desde el vamos, desde el primer cruce de miradas. Cuando nos pesamos lo miré fijo, algo que se repitió cuando el árbitro nos reunió en el centro del ring, antes de pelear. Un árbitro, Stan Berg, que fue cómplice de lo que se quería gestar ese día, hizo todo posible para que el ganador no fuera yo y lo imposible por mantener al sudafricano en pelea.
Nunca supe si fue por miedo, si estuvo amenazado, pero no quería que venciera, eso quedó claro. En el transcurso del combate me fui dando cuenta que las posibilidades de ganar eran muchas, trabajé durante los siete rounds sobre las debilidades de Mathebula, martillé constantemente con ganchos a la zona baja y golpes abiertos de derecha, y de esa manera lo derribé dos veces en el quinto, en una de ellas lo saqué fuera del ring, y dos en el séptimo. Gracias a Dios Mathebula fue quien en un momento dijo que no quería seguir combatiendo, de lo contrario el árbitro le seguía dando el pase para que continuara. Cuando lo tiré fuera del ring demoró 30 segundos en regresar, cuando reglamentariamente son 20. Personalmente estaba muy convencido de que me iba a transformar en el primer cordobés campeón del mundo. Era joven, tenía 22 años, en el país estaba la dictadura militar, todo muy complicado, y allá también sucedían momentos difíciles. Muchas cosas pasaron por mi cabeza en ese momento de festejar como loco en el ring, mezcla de alegría y sufrimiento.

- ¿Cómo te recuperaste de ese ‘robo’ que sufriste ante Ibarra para plantarte en Mérida ante un ídolo como Herrera y ganar en un sitio donde nunca antes había ganado nadie de afuera?
- Lo sucedido esa vez ante Ibarra figura como el mayor escándalo en la historia del Luna. Una pelea cerrada, donde estaba convencido que no perdía. Nos enteramos que están mal sumadas las tarjetas, las toma Elías Córdova, en ese momento presidente de la Asociación Mundial de Boxeo, en el rincón mantuvimos la tranquilidad, convencidos, reitero, que era el ganador, y cuando escucho el resultado de la primera tarjeta empezamos a mirarnos entre nosotros sin entender, después de la segunda empezó a caer de todo en el ring, desde radios hasta máquinas fotográficas… Un tremendo lío se armó. Me fui mal al vestuario, pero enseguida pensé en que podía lograr una revancha y cuando Lectoure llega, me dice “Quedate tranquilo, no perdiste, te robó el doctor Córdova…”.
Sumó la tarjeta y le puso ganador a Ibarra. Córdoba, como una forma de subsanar lo ocurrido, le dijo a Tito que en poco tiempo, en tres meses, habría revancha. Ibarra tuvo que pelear con Juanito Herrera, que era el número uno del ranking, y Herrera le gana. Yo quería la revancha con Ibarra, lo iba a pelear a Panamá sin problemas. Pero apareció el mexicano y bueno, se produjo una pelea tremenda, como la mayoría de las que protagonicé por títulos del mundo. Los dos estábamos cortados, ninguno aflojaba, Juanito era muy guapo… El griterío de miles de mexicanos. El árbitro fue Berrocal, el mismo de la noche con Ibarra.
Fue un árbitro que me complicó siempre cuando me dirigió, le daba el pase para que siguiera, en el round trece le dijo que era la última oportunidad y en el asalto siguiente, Herrera renunció, no quiso más. Ese combate está en el mismo orden que los que hice con Betulio González o el segundo con Gilberto Román. Terribles. Nunca renuncié a ninguna pelea, y siempre lo hice en cualquier lugar.

- La gente del boxeo siempre recuerda esa única pelea ante Gustavo Ballas, cuando los dos estaban iniciando sus caminos ¿por qué no hubo una segunda vez?
- Fue una gran pelea en el Luna Park, dura. Me ganó en fallo dividido, entiendo que Gustavo estaba mejor que yo en ese momento por todo el trabajo de Paco Bermúdez, pero Tito (Lectoure) después tuvo la inteligencia de abrirnos a horizontes distintos y de esa forma actuó para que los dos llegáramos a ser campeones mundiales.
Hice una amistad grande con Ballas, y si bien pudo haber existido otro cruce en un ring, cuando él dijo de combatir nuevamente, yo me negué. Le dije que no porque entendí que Gustavo no estaba bien en ese momento de su vida, habían pasado algunos años y no quería ser yo quien lo retirara del boxeo. Por ahí actué de forma equivocada, nos subíamos a pelear y me ganaba, pero sentía sinceramente que no teníamos que pelear.
Con el paso del tiempo lo hablamos y me agradeció esa postura mía. Siempre estuve, y sigo estando, muy cerca de él. Hablamos seguido y lo acompaño cada tanto en las charlas que brinda sobre la problemática de las adicciones.

- La fama y todo lo que rodea al mundo de la noche, ¿pudiste escapar siempre de las tentaciones?
- Las cosas siempre estuvieron ahí, solo era cuestión de decir sí y entrabas. Pero logré esquivar todo eso, obviamente nunca me convencieron. Busqué mantenerme bien cerca de la gente que conocía más, de mi gente, y eso tuvo que ver mucho también.
Nunca me pegué a personas desconocidas, las invitaciones en ese momento eran a cada rato, sucedía en ese tiempo de las tapas de revistas, de los Olimpia, bueno, las posibilidades eran muchas y uno tenía que elegir, nada más, y listo. Pero terminaba decidiendo por quedarme en mi casa.

- En un tiempo donde escasean verdaderos forjadores, donde los maestros, del deporte y de la vida, son cada vez menos, ¿cómo recordás tu época con personas como Horacio Bustos, Marcelo Tejero, el propio Lectoure?
- Horacio (Bustos) era un hombre de trabajo, me llevó a ganar todos los títulos. Los técnicos de antes ya no están, obviamente, por una cuestión de la vida. En el rubro de los promotores, Tito (Lectoure), por ejemplo, fue para mí, como para tantos boxeadores, alguien fundamental. Vivía aconsejándote, uno le hablaba de comprar un auto con los primeros mangos importantes y se ponía como loco, me decía ¡”comprate un departamento, el auto viene después!”.
Estuvo quien le hizo caso y quien no. Las chances que nos brindó fueron muchas, algo imposible hoy. La mayoría de los promotores no tienen un gimnasio, no tienen ni una soga para saltar…Son acompañantes, nada más, y si le pueden sacar una moneda al boxeador, se la sacan. Esto es lo que no está bien en el boxeo argentino. Entre Lectoure y lo que existe actualmente, hay un abismo. De cualquier manera el boxeo está vivo, y seguirá estando vivo. Y quiero agregar algo. Para mí, La Pampa tuvo en Ademar "Chito" Tévez a un técnico que considero por encima de todos. Es mi opinión y mi forma de ver el boxeo.
Lógicamente estarán quienes no piensen igual. Tévez fue un profesor enorme. Tuve la suerte de conocerlo, de verlo trabajar, y también peleé contra púgiles de él. Por ahí hay técnicos que te enseñan en el gimnasio, pero en el rincón no son lo mismo, no actúan igual. "Chito" era de la misma manera en los dos lugares.

- Integraste la lista de quienes son inmortalizados en el prestigioso Hall de Canastota, sucedió dos veces, ¿pensás que este año ingresarás en ese sitio para pocos?
- Hace un mes, por ahí, me comentaron que mi nombre apareció otra vez entre los candidatos. Honestamente te puedo decir que lo que pueda venir de aquí en más es como un plus, logré todo lo que pude, el cariño de la gente es lo que me interesa y me sacude. Me hace sentir bien todos los días.
En el Hall de la Fama ya están Pascualito Pérez, Locche, Carlos Monzón y Galíndez. Obviamente sería un enorme orgullo aparecer junto a ellos como un nuevo integrante pero repito, no es algo que me quite el sueño en este momento.