martes, 19 de septiembre de 2017

CINTIA CASTILLO: "SEA CUAL SEA EL RESULTADO VOLVERÉ Y SEGUIRÉ ENTRENANDO"


El diario "DÍA A DÍA" publicó la nota de Julio Moya a Cintia Castillo que reproducimos a continuación (Foto del mismo medio).

¿Cómo se define a un campeón? Un campeón no es sólo el que logra levantar un trofeo.
Un campeón puede ser don Martín Castillo, de oficio albañil, que al final de la semana logra el cometido de juntar la plata para que la olla se llene por unos días.
Cintia, su hija “del medio” de una larga lista de 12 hermanos, ha recibido muchas lecciones de cómo es ser un campeón. Lo vio en su madre también. Lo vio en su papá. Lo vio, quizás en ella, alguna mañana de tórrido invierno cuando se levantaba a las 4,30 de la mañana con la convicción de que para algo iba a servirle el salir a correr a esa hora.
Son muchas las imágenes del pasado que pueden ya haberla convertido en campeona. Como a sus hermanos, con los que solían salir a “pedir” frutas picadas o pan duro para parar el hambre. Aquella “vergüenza”, transformada en un manual de subsistencia, la traen a este momento que puede subirla a un podio de éxito deportivo.
Cintia Castillo, de 31 años, peleará para que el rótulo de “campeona” le llegue al fin. La boxeadora nacida, criada y residente en la localidad de Juárez Celman, combatirá por el Título Latino Superpluma del Consejo Mundial de Boxeo, este viernes por la noche en la Federación Argentina de Box, ante la bonaerense Karen Carabajal, de 28 años. La rival de Cintia es psicóloga, criada entre libros, sin menor esfuerzo, pero con un mejor pasar. La cordobesa trabaja en el frigorífico Bustos Beltrán nueve horas al día, en tareas administrativas.
“Soy una chica que pasó por todo. Hoy es una situación distinta, pero me levanto para entrenar a las 5 al primer turno y después me voy a trabajar hasta la tarde, cuando vuelvo otra vez al gimnasio”, dice la “Panterita” a "Día a Día".
En el gimnasio Municipal y escuela de boxeo de esa localidad está Fabián Silva, su entrenador y actual marido. “Tenemos que separar la relación del entrenamiento. Y por suerte la llevamos bien”, cuenta el profe aún con entusiasmo por enseñarle a un montón de chicos, que todas las tardes se acercan para escapar un poco de la calle.
Su pupila es la mamá de Martina, de cinco años. Y tiene que desdoblar su vida entre la crianza, el trabajo para vivir y el amor al boxeo. “Me crié junto a 11 hermanos. Somos siete mujeres y cinco varones. Muy unidos, nos queremos, nos reunimos siempre. Mi mamá (Rita) y mi papá (Martín) nos criaron como pudieron. Fue duro verles la cara de preocupación cuando pasábamos hambre. Hoy la podemos contar”, dice con un tono muy reflexivo, golpeando guante con guante en un alto del entrenamiento.
“No había gas en casa. En invierno nos calentábamos ollas de agua para bañarnos. Tirábamos batatas en el brasero para comer. Y había vecinos que nos regalaban el pan del día anterior que les sobraba. Yo raspaba ese pan amohosado y lo hacía tostadas. Pedíamos frutas picadas en la verdulería y nos las arreglábamos como podíamos. Había que pedir y era duro, pero no nos quedaba alternativa”, cuenta.
No hay reproche en sus palabras. Al contrario, se apoya sobre esa enseñanza de la vida y agrega: “hemos tenido épocas en las que dormíamos en una sola pieza, con techo de chapa, de a tres o cuatro en una cama. Y sí, como dice el chiste, soñábamos lo mismo, ja. Dormíamos apretados y ha sido una realidad muy dura”.
¿Qué boxeadora es la “Panterita” Castillo? Ella se define como la típica peleadora de “desgaste”. De hecho no tiene ningún nocaut. “Me gusta llevar la pelea y desgastar a la rival. Me encanta estar arriba del ring. Mirar. Escuchar los gritos del público, de los rincones, observar a mi rival. Siempre sueño con esa piña… una piña que me lleve hacia la gloria”, dice muy seria.
Cómo llegó al boxeo. Se calzó los guantes a los 20 años por primera vez. Antes que eso, una mañana iba a trabajar y se le apareció un ladrón que le llevó la cartera y las zapatillas.
“Fui a pedirle prestadas a mi hermana, estaba blanca y de ahí a trabajar. Ese día me fui a un gimnasio a anotarme en aerobox y defensa personal”, revive. Y de ahí la “Panterita” terminó en el boxeo.
“Me decían que estaba loca, peor después con una hija y no querían ir a verme boxear. Así hice 35 peleas amateurs, fui campeona provincial y defendí con éxito seis veces ese título. Ahora como profesional (siete peleas, todas ganadas) me llega una gran chance”, se entusiasma.
En Juárez Celman, chicos y chicas están dándole a un cúmulo de bolsas colgadas. Fabián Silva les marca el tiempo de pegar a los pibes. Cintia está pegando también entre ellos. En definitiva, en el boxeo, las equivalencias las dan el peso, el vendaje y las onzas de los guantes. Después, cada uno tiene su vida anterior y posterior. Y más o menos padecimientos.
“Para mi familia fue un shock. Pero yo entro al gimnasio y me siento fuerte, salgo a la calle y camino derechita mirando al frente. Y ya gané. Ni querían saber nada con el boxeo en mi entorno y yo los terminé convenciendo. Ahora están muy ansiosos con esta pelea. Cambió todo y ya sienten que soy campeona, les da orgullo. Creo que entonces tomé bien la decisión”, resalta la Panterita.
– Se te ve con mucha fe y ganas. Tu hija crecerá y te tocará contarle un poco y también hacerla parte de esta historia. ¿Cómo creés que va a ser?
Mirá. Yo no he parado de entrenar y quiero ganar como sea. Pero sea cual sea el resultado ese lunes volveré y seguiré entrenando. Yo por ahí escucho a gente que dice: ‘yo era un jugadorazo de fútbol o un gran boxeador, pero nacieron los hijos, hubo que seguir trabajando y tuve que dejar’. Yo no quiero que me pase, no siempre tiene que ser así. Y uno puede llegar a lograrlo.